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2 de Copas la Leyenda de Enkidu y Gilgamesh

2 de Copas la Leyenda de Enkidu y Gilgamesh

El Tarot of the Divine nos traslada a la época de después del Diluvio a través del 2 de Copas: La leyenda de Gilgamesh y Enkidu.

El 2 de copas representa aquí la conexión, la pareja equilibrada, la compenetración y el amor incondicional.

La cultura mesopotámica es una fuente inagotable y muy rica en mitología. La misma tiene recogida en varios relatos míticos el origen y desarrollo de la humanidad.

Tras varios milenios oculta en las ruinas del palacio del rey asirio Ashurbanipal en Ninive, en 1927 fueron rescatadas 12 tablillas de barro que recogen la epopeya del héroe sumerio y su amigo Enkidu, un salvaje de las tierras altas. Es una de las obras literarias más antiguas que se conocen. Y hasta ahora, el amor entre Gilgamesh y Enkidu es el romance homosexual más antiguo.

Esta leyenda transcurre en Uruk, sur de Mesopotamia, después del diluvio (que también está descrito en estas tablillas). Allí vivía el Rey Gilgamesh, un Rey déspota y depredador sexual que maltrataba a sus súbditos. Recorría las murallas del reino para comprobar cómo de grande era su reino, ya que se decía que los reyes, para ser buenos y nobles, debían conocer la extensión de su reino. Pero esto no convertía a Gilgamesh en un buen gobernante.

El pueblo apeló a los Dioses para que hicieran algo con la actitud de su Rey. Anu, dios del cielo y señor supremo del Universo decidió que era necesario buscar un compañero, que ayudara a Gilgamesh a dulcificar su carácter y actitudes, y encomendó esta tarea a Aruru, diosa de la creación.

Aruru creó a Enkidu a base de arcilla. Al principio, este vivía de forma salvaje fuera de la ciudad, vestía con pieles y se alimentaba de hierbas. Era un ser salvaje, con comportamientos de animal.

Un cazador le pidió al Rey Gilgamesh que hiciera algo para resolver los problemas que causaba lo salvaje que era Enkidu, y Gilgamesh le envió una prostituta del templo que copuló con Enkidu durante siete días. A través de este despertar sexual, Enkidu comenzó a civilizarse y el cazador lo llevó a Uruk, le dio ropa y comida.

Una vez la transformación de Enkidu de animal a humano había finalizado, estaba preparado para hacer su tarea de dulcificar el carácter de Gilgamesh.

Mientras el proceso de Enkidu se llevaba a cabo, Gilgamesh tenía un sueño recurrente con un ser al que amaría más que a una mujer, un ser tan fuerte como el y le contó este sueño a su madre, Ninsun, diosa menor y sacerdotisa del templo: esta le dijo que el significado de su sueño era que pronto conocería a un hombre, al que amaría, sería su igual y su compañero.

Gilgamesh y Enkidu se conocieron luchando. Gilgamesh venció pero tuvo una gran conexión con Enkidu, al que reconoció como un igual.

El ansia de poder, de dominancia de Gilgamesh y sus ganas de demostrar lo fuerte y poderoso que era no tenían límite y se propuso luchar y derrotar a Humbaba, un demonio guardián del Bosque de los Cedros, para talar los árboles del bosque y llevar la valiosa madera a Uruk, su reino.

Gilgamesh pidió la bendición de los sacerdotes del templo, y estos le advirtieron de que no era buena idea medirse con Humbaba, necesitaba que Enkidu le acompañara. Ambos fueron al bosque protegidos por Shamash, dios del sol y la justicia.

Con la ayuda de Shamash, Gilgamesh y Enkidu obtuvieron ventaja en la batalla y Humbaba resultó herido. Gilgamesh a pesar de que Humbaba suplicó por su vida, acabó con el, taló los cedros y volvió a Uruk.

La Diosa Ishtar, que había observado todo pidió matrimonio a Gilgamesh, pero este la rechazó. Muy enfadada Ishtar acudió a su padre Anu, dios del cielo, para enviar el Toro del cielo a castigar al pueblo de Uruk, ante el desplante y afrenta que había supuesto el rechazo de Gilgamesh. Anu aceptó, no sin antes recordar a su hija, que el Toro del Cielo llevaría 7 años de hambruna a Uruk. EL Toro bajó a la ciudad y desgarró la tierra, abriendo grandes grietas en el suelo, por las que cayó la gente. Gilgamesh y Enkidu lucharon contra el, le derrotaron y ofrecieron el corazón como ofrenda a Shamash. Gilgamesh cogió un trozo de carne del Toro y se lo arrojó a Ishtar, lo que supuso un gran desprecio a los Dioses.

Esa noche, en sueños Enkidu vió a los Dioses reunidos, conversando sobre la muerte de Humbaba y del Toro del cielo. Los Dioses decidieron que aunque los dos habían participado, Enkidu debía morir.

Tal y como había predicho en el sueño, al poco tiempo Enkidu falleció. Gilgamesh reunió a todo el reino para llorar su muerte e hizo una estatua de oro en honor a Enkidu. Era tan grande el miedo que Gilgamesh tuvo en ese momento a la muerte, que decidió ir en busca de la inmortalidad. Se vistió con pieles e intentó reproducir de forma inversa el viaje que había realizado su amigo: de la vida en la civilización a la vida salvaje.

En su viaje guiado por Shamash encontró un túnel que conducía al país de los Dioses. Los dos hombres-escorpion que custodiaban la entrada le hablaron de Utnapishtim y su mujer, supervivientes del diluvio, que habían obtenido la inmortalidad. Gilgamesh emprendió el viaje en su busca. Cuando lo encontró con la ayuda de una tabernera llamada Shiduri y Urshanabi, el barquero de las aguas de la muerte, Utnapishtim le explicó que los humanos no pueden ser inmortales. Son los Dioses los que deciden la duración de la vida humana y no desvelan el momento de la muerte, por lo que no tiene sentido buscar un camino para tratar de evitarla.

Para demostrárselo al rey, le dijo que si quería superar la mortalidad, primero tendría que superar el sueño, que es lo más parecido. Tendría que estar 6 días y 7 noches sin dormir, y pidió a su esposa que hiciera un pan cada noche que Gilgamesh sucumbiera al sueño y se durmiera.

Gilgamesh aceptó el reto, pero se durmió de inmediato, Utnapishtim le pidió al barquero de la muerte que se lo llevara de allí y que no trajera a nadie nunca más.

La esposa de Utnapishtim le hizo un regalo a Gilgamesh: si quería recuperar la juventud y su brío, en el fondo del mar había unas plantas que se lo proporcionarían. Gilgamesh cogió las plantas del fondo del mar, y decidió que antes de probarlas el, se las daría al hombre más viejo de Uruk, para comprobar si era real que funcionaban. Ya de vuelta, en un descuido, una serpiente cogió las hierbas y se las comió. Inmediatamente cambió de piel y rejuveneció.

Gilgamesh resignado y después de haber aprendido la lección, volvió a recorrer las murallas de su reino, pero ahora además de los límites de la ciudad, conocía también los límites humanos. Este aprendizaje y el cambio que Gilgamesh hizo se transmitieron en esta leyenda de generación en generación.