La Leyenda que representa la Carta de «La Muerte» del «Tarot of The Divine» es Tradicional de Noruega.
La Carta representa el fin de una forma o estructura de vida y el comienzo de una nueva forma de afrontarla. La muerte nos habla de cambios, el cambio es necesario para mantenernos con vida.
Cuenta la leyenda que había una vez un rey que tenía tres hijas, y una noche la más joven de las tres soñó con una guirnalda de oro, tan bonita que se encapricho con ella, hasta el punto que languideció porque pensaba que nunca iba a conseguirla.
Para conceder el capricho de su hija el rey ordenó hacer un modelo y puso a todos los orfebres del reino a hacer guirnaldas, a ver si alguna era del gusto de la princesa, pero ninguna lo era. Un día que la princesa estaba de paseo por el bosque, vio a un oso blanco jugando con una guirnalda idéntica a la de su sueño, y le preguntó al oso cual era el precio de aquella maravillosa guirnalda.
El oso le respondió que la guirnalda no estaba en venta, y que solo se la daría si ella accedía a irse a vivir con él. Tal era el deseo de la princesa por conseguir aquella guirnalda que había aparecido en sus sueños que aceptó.
El oso se marchó, prometiendo volver dentro de tres días a buscarla. Llegado el día en el que el oso iba a venir, el rey puso a todos sus hombres alrededor del palacio para que el oso no pasase, pero en realidad, ninguno fue rival para el oso.
Con la esperanza de engañar al oso el rey mandó a su hija mayor con el oso, pero durante el camino el oso le preguntó a la princesa si alguna vez se ha sentado en un asiento más blando que su lomo, y si ha visto más claro, y la princesa le respondió que si, que el regazo de su madre era más blando, y que en la casa de su padre había visto más claro. Al oír esto el oso se dio cuenta que la princesa que le habían entregado no era «su princesa», y volvió al castillo del rey a dejarla. Volvería el siguiente jueves a por su princesa.
Llegado el siguiente jueves, el rey volvió a rodear el castillo con guardias, que una vez más, resultaron inútiles contra el oso, y con el propósito de engañarlo otra vez, le entregó al oso su hija mediana. El oso le hizo la misma pregunta durante el trayecto, y como ella le dio la misma respuesta que la mayor, el oso se dio cuenta de que le habían vuelto a dar la princesa que no era y la llevó de vuelta con su padre. regresaría el siguiente jueves a por su princesa.
El tercer jueves el rey puso a todas sus tropas a defender el castillo, pero de nuevo fue inútil, y el rey no tuvo más remedio que entregarle a su hija. Por el camino el oso le hizo a la princesa la misma pregunta que le había hecho a sus dos hermanas mayores, y cuando está le respondió que nunca había estado en un regazo tan blando como su lomo y nunca había visto tan claro, el oso se dio cuenta que está vez estaba con su princesa.
El oso llevó a la princesa a un suntuoso palacio, y vivieron allí juntos durante tres años, teniendo la princesa una hija cada uno de esos años, aunque el oso siempre se las llevaba en cuanto nacían. Al final de aquellos tres años la princesa estaba sumida en un estado de melancolía y le pidió al oso que la dejará ir a ver a sus padres. El oso se lo permitió, pero le advirtió a la princesa que hiciera caso de lo que le dijera su padre y no su madre.
Durante la visita la princesa les cuenta a sus padres que el oso se convierte en hombre, pero que como siempre lo hace cuando las luces están apagados, no ha visto que aspecto tiene. La reina le da entonces a su hija una vela para que la encienda cuando esté su esposo dormido y así poder por fin verlo, pero el rey advierte a la princesa que nada bueno puede suceder por culpa de ello. Al volver el castillo del oso, la princesa ignora el consejo de su padre, saca la vela cuando el oso duerme y la enciende, descubriendo la imagen de un bello príncipe dormido. Tanto tiempo se pasa la joven contemplándolo que una gota de cera se derrama y cae en la frente del príncipe, despertándolo. El príncipe le dice a la princesa que de haber esperado solamente un mes más su hechizo se habría roto, pero ahora el príncipe está condenado a ir a la casa del ogro que le hechizó y casarse con su hija.
La princesa le preguntó si podía ir con él, pero el príncipe le respondió que no, y se marchó.
La princesa salió en busca de su esposo, y tras mucho caminar llegó a una cabaña en la que vivía una anciana y una niña que estaba jugando con unas tijeras mágicas. La princesa les preguntó si habían visto pasar al Rey Oso Blanco Valemon por allí, y la anciana respondió, que efectivamente, había pasado por allí. La niña preguntó a la anciana si podía para darle a la princesa las tijeras mágicas con las que estaba jugando, y la anciana le dijo que sí, que se las entregara.
La princesa siguió caminando hasta llegar a otra cabaña, en la que vivían también una anciana y una niña, a las que preguntó por el Rey Oso Blanco Valemon. La anciana le dijo que el príncipe había pasado por allí, y la niña le entregó una botella mágica, de la que emanaban todo tipo de bebidas que nunca se agotaban.
Continuando su camino la princesa llegó a una tercera cabaña, en la que también vivían otra anciana y otra niña, que le dijeron que habían visto pasar por allí al Rey Oso Blanco Valemon y le entregan un mantel mágico, con el que cada vez que lo desplegase se llenaría la mesa de los más suculentos manjares.
La princesa siguió su camino hasta llegar a los pies de una montaña de cristal, dónde había una cabaña en la que vivía una mujer que tenía mucho hijos y que era tan pobre que apenas podía darles de comer y vestirlos. Con las tijeras mágicas la princesa les hizo a los niños ropa nueva, con la botella les dió de beber, y con el mantel de comer, y tan agradecida estaba la mujer que cuando su marido, que era herrero, llegó a casa, le pidió que le hiciera a la princesa una garras con las que pudiera escalar la ladera de la montaña de cristal. Y así lo hizo el herrero.
Al llegar a la cima de la montaña de cristal, encuentró el castillo de la ogresa, dónde todos estaban muy ocupados preparando la boda de esta y del Rey Oso Blanco Valemon. La princesa entonces se puso debajo de las ventanas a hacer vestidos con las tijeras mágicas, y al verlas la ogresa le preguntó cuanto dinero quería por ellas, a lo que la princesa respondió que se las daría si le dejaba pasar la noche en los aposentos de su esposo.
La ogresa que quería aquellas tijeras mágicas por encima de todo, aceptó, pero antes de que el Rey Oso Blanco Valemon se fuera a la cama le dio un somnífero, por lo que la princesa, por más que lo intentó, no logró despertarlo.
A la mañana siguiente la princesa se puso debajo de las ventanas otra vez, sacó la botella mágica y se puso a servir vino y cerveza. La ogresa, al ver que el contenido de la botella nunca se agotaba, preguntó a la princesa qué quería a cambio de aquella botella mágica, y la princesa solicitó pasar otra noche con el príncipe. La ogresa aceptó, y una vez más le dio somníferos al príncipe antes de que se fuera a la cama. La princesa se pasó otra noche más tratando sin éxito de despertar al príncipe y sollozando.
El tercer día la princesa se colocó otra vez debajo de las ventanas e hizo una demostración con el mantel mágico, y al verlo la ogresa le pregunto cuanto quería por él. La princesa pidió pasar otra noche en la habitación del príncipe y la ogresa aceptó, segura de que sucedería lo mismo que en las dos noches anteriores, pero esta vez, el príncipe fingió beberse el somnífero, y cuando la ogresa le pincho con una aguja para ver si el somnífero había surtido efecto, el príncipe no se movió a pesar del dolor, por lo que la ogresa dejó pasar a la princesa.
De esta forma los dos amantes pudieron reencontrarse y poner en marcha un plan para deshacerse de la ogresa y todas las demás brujas que eran sus amigas. El príncipe ordenó a los carpinteros poner una trampilla en el punte por el que iba a pasar el cortejo nupcial, y llegado el día de la boda cuando la ogresa, acompañada por todas las brujas, pasaron por el puente abrieron la trampilla y todas murieron despeñadas.
Tras casarse el príncipe y la princesa abandonaron el castillo llevándose con ellos todas las riquezas que había, y por el camino pasaron por las tres cabañas en las que vivían las tres ancianas, pues resulta que las tres niñas que le habían dado a la princesa las tijeras, la botella y el mantel eran las tres hijas que habían tenido.